lunes, julio 28, 2008

Rock de batalla, versiones increíbles y vestimenta diabólica para el cierre



En la segunda jornada el Lorca Rock se pareció más a sí mismo. La hora de salida, la habitual, rondando el mediodía y con la presencia inmisericorde del astro rey como centro de todas las conversaciones. En esas estábamos cuando Angelus Apatrida salieron a escena, a presentar sus credenciales como presente del thrash nacional. Lo dieron todo, se vaciaron de dentro a fuera. Con la actitud y la contundencia que se les supone. Dando la sensación de banda que está aquí para quedarse.

No mucho mejor lo tuvieron los vikingos Turisas para negociar con las altas temperaturas. Hay que creer mucho en lo que haces para salir a escena a cuarenta grados, y cubierto de pieles de la cabeza a los pies. No se deshicieron de ellas en ningún momento. Derrocharon simpatía, himnos de marcial metal, cruzado con la diversión proveniente de la presencia de instrumentos como el acordeón o el violín. Toda una fiesta bárbara, para desgañitarse con Battle Metal y bailar alocadamente la aguerrida versión del Rasputin de Boney M. Acaso demasiada fiesta guerrera, debió de pensar el bueno de Mike Tramp, cuando salió a presentar a sus juvenilmente renovados White Lion.

No se creyeron cómodos en mitad de un festival que sintieron estilísticamente demasiado duro para ellos. Pero Mike estaba equivocado, porque White Lion deben tener sitio en cualquier certamen que demande gusto y solidez escénica. Pasaron casi de puntillas, y cuando fueron conscientes de su realidad, ya nos habían dejado revisiones tímidas de temazos como Hungry o Little Fighter. Presentaron Dreams y Sangre de Cristo de su reciente nuevo disco para compararse con los clásicos, con los que no perdieron. Cuando acometieron el final con Radar Love, histórica de Golden Earring, debieron de pensar que quizás sí que era su sitio.

Esos problemas de «ubicación psicológica» desde luego que no atenazan a una institución rockera como Michael Schenker. Flanqueado por una formación de lujo, con el glorioso vocalista Gary Barden a la cabeza, Schenker piso el escenario, como si viniese directamente de haber pasado la mañana en alguna playa cercana. Gorra, gafas de sol, polo y pantalones piratas de colores llamativos no parecen el mejor envoltorio para un insigne como el guitarrista alemán.

A él le da igual. Pero no deja de resultar chocante observarlo de esa guisa. En plena veteranía, vale, pero después de haber sido uno de las imágenes más icónicas y pintonas del hard rock. Su tradicional guitarra, Gibson Flying V, no faltó a la cita, y sí formó parte del atrezzo. De ella arrancaron los riffs más inspirados de todo el festival: Cry For The Nations, Armed And Ready o Are You Ready To Rock sentaron cátedra acerca de cómo construir canciones geniales, de manera natural y sin necesidad de mayores pretensiones. Justo como en los viejos tiempos. Barden sacó un aprobado justo, pero supo jugar con las limitaciones de la edad, mientras Michael salió de su autismo, para marcarse brillantemente la inconmensurable instrumental Into The Arena. Con anterioridad habían presentado la comercial A Night To Remember de su notable último trabajo. Hard rock de alta escuela.

La bella y Las bestias

Porque más bestias que Lordi no se puede ser. Y no me refiero a su música, que tiene más que ver con el Alice Cooper de los ochenta, o incluso los Kiss de aquella época, que con ninguna propuesta extrema. Pero es que los de sus máscaras y disfraces es del todo espectacular. Su show fue el habitual: poses de monstruo de buen corazón, fuegos artificiales por doquier, interpretaciones escénicas, como cuando en Devil Is A Loser el propio Lordi despliega unas alas camufladas a su espalda a modo de capa. La fiesta del horror, o el circo del Rock n'Roll entendido como fenómeno visual de apreciable éxito en media Europa, con la celebración de Hard Rock Hallelujah como final de fiesta. Fiesta en el sentido estricto de la palabra.

Supongo que la presión de Nightwish y sus pretensiones eran completamente diferentes. Aunque no por ello renunciaron a la pirotecnia de los fuegos de artificio. Vinieron como banda de mayor peso del festival, y a fe que ejercieron como tales. Se creyeron grandes, sin duda la antesala para serlo, y presentaron en el sureste español a su nueva cantante Anette Olzon sin ningún tipo de complejos. Tanto es así que basaron mucho más su repertorio, en las elegidas del último Dark Passion Play que en ningún otro álbum de su acreditada discografía. By By Beautiful lo dejó claro desde el principio. No habían venido a pedir perdón por apostar por una nueva formación, ni a atajar por los vericuetos del compromiso no adquirido con sus fans.